nuevatribuna/ 6 de mayo 2022 ( complement article del blog de 3 de maig)
El lema de las manifestaciones sindicales de este último Primero
de Mayo ha estado centrado en la necesidad de una mejora de los salarios,
combatir los incrementos de precios y repartir los beneficios.
No hay duda de
que en los últimos años el trabajo más discreto y fructífero de los sindicatos
se ha dado fundamentalmente en las mesas de negociación tripartitas y en los
acuerdos con el gobierno y en ocasiones con la patronal. Así, entre otras
materias se han acordado sucesivos incrementos del salario mínimo que ha
crecido por encima del 45%, se ha acordado una reforma laboral que entre otras
cosas ha permitido recuperar el poder negociador de los sindicatos a través del
papel del convenio colectivo y se ha reducido la precariedad. Se ha
producido una reforma global de las pensiones con un
incremento del conjunto de las pensiones de acuerdo con la inflación así como
mejoras en las pensiones más bajas, especialmente en las no contributivas y se
han incrementado los ingresos del sistema para hacerlo más sostenible, amén de
legislar en otros sectores como ha sido la Ley Riders.
Es decir, los
sindicatos actuando de forma unitaria han logrado mejorar las condiciones de
vida de millones de españoles, desde los jubilados hasta los trabajadores
con salarios más bajos o los que padecían la precariedad.
Todo ello ha comportado una mejora de todas las estadísticas
laborales de nuestro país y sin que esto supusiera una pérdida de
competitividad ni de beneficio de las empresas las cuales han obtenido
beneficios récord: Según el Banco
de España "los beneficios empresariales crecieron un 91% en el 2022, con
notables diferencias entre empresas medianas y grandes, del 26,8% frente al
92,2%, respectivamente”.
Sin embargo
quedaba hay un aspecto que representaba un grave déficit, el relativo a los
incrementos salariales. La patronal se ha negado lago tiempo y de forma
reiterada a negociar un “acuerdo de rentas”
ni tan siquiera un “Acuerdo de Negociación
Colectiva” que estableciera las pautas para conseguir articular la
negociación de los convenios.
La CEOE ha estado haciendo oídos sordos a todos los intentos
de negociación y no ha querido sentarse a negociar. Y ello pese a que cada día
los medios de comunicación apuntaran las buenas perspectivas económicas de las
empresas y los buenos resultados empresariales. Todo ello mientras la inflación
castigaba cada vez más al poder adquisitivo de los salarios.
Es cierto que la movilización sindical había conseguido
buenos acuerdos en algunos sectores puntuales donde hay importante fuerza
sindical y en los que se han producido movilizaciones importantes, pero la
realidad es que no se habían dado acuerdos generales ni compensado el
incremento del coste de vida.
Desde la
parte sindical se han hecho propuestas moderadas de incremento salarial para el
trienio 2023 - 2024, siempre que fueran acompañadas con cláusulas de
salvaguarda en forma de revisión salarial no sólo sobre la evolución del IPC
sino incluso planteando la posibilidad de tener en cuenta la marcha económica
de las empresas. Es decir una novedosa propuesta sindical para no
tratar a todos por igual sino teniendo en cuenta la evolución de la empresa.
La patronal
que siempre se llenaba la boca planteando la necesidad de que los salarios se
adaptasen a la marcha de las empresas, que no se podía aplicar un incremento
del IPC igual para todas las empresas porque sus márgenes empresariales y/o sus
beneficios son diferentes, cuando se les planteó una propuesta para que se
tuvieran en cuenta estas diferencias a partir de un instrumento público
hicieron oídos sordos a la propuesta.
De lo que no
ha habido duda es de la avaricia empresarial en general. Se demuestra en la
desvergüenza de las grandes empresas que no dejan de presentar beneficios que crecen en porcentajes
escandalosos, y en el hecho de que las medianas y pequeñas
empresas que tienen márgenes más ajustados, sean las que más rechazaran
estos indicadores.
La patronal
no juega limpio. En los momentos de “pandemia” el Gobierno a través de los
ERTES hizo un esfuerzo para salvar a las empresas y los empleos. Ahora cuando
el conflicto en Ucrania tiene efectos inflacionistas, las empresas cargan la
subida de los costes de todo tipo (desde los energéticos a los de las materias
primas, etc.) a los precios de venta elevando sus ganancias a la vez que
retardaban la subida de los salarios.
Hasta
el Banco de España, poco proclive a los intereses de los
asalariados, ha manifestado que los márgenes empresariales aumentaron “en el
tramo final del año pasado, de tal modo que se situó ligeramente por encima de
los niveles registrados antes del comienzo de la pandemia… Hasta ahora, los
salarios reales han disminuido sustancialmente, mientras que los márgenes de
beneficio de las empresas se han ampliado en muchos sectores”.
Los datos oficiales contradicen los lamentos permanentes de los
empresarios que se quejan del incremento de costes pero se callan sobre
su repercusión en los precios de sus productos.
Incluso la presidenta del BCE ha
tenido que plantear el tema a nivel europeo al decir: “Los
márgenes de beneficio de las empresas siguen creciendo, en parte porque algunas
aprovechan los desequilibrios entre la oferta y la demanda para poner a prueba
a los consumidores con grandes aumentos de precios, por encima del aumento de
sus costes”.
Los sindicatos
que han sabido aprovechar con eficiencia el marco del dialogo social planteado
por el Gobierno Progresista, lo que les ha granjeado incrementos notables en su
afiliación, se disponían ya a priorizar la batalla por un incremento justo de
los salarios frente a la patronal. Para lograr una distribución justa de los
beneficios que han estado secuestrados por las empresas y que evitaban
compensar el incremento de los precios fruto en gran medida de los amplios
márgenes empresariales.
Es por todo ello que los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT
dejaron claro en las manifestaciones del 1º de Mayo que comenzaba una nueva
etapa “o negociación
o conflicto”, a través
de huelgas en los sectores de negociación y manifestaciones para encauzar el
conflicto social creado por la cerrazón de los empresarios.
Por último
cabría señalar que la ceguera empresarial sobre los incrementos salariales no
sólo era negativa socialmente sino económicamente. Igual que la subida de las
pensiones, el incremento del SMI, o la creación de empleo estable no hay duda
que significa un impulso positivo para el crecimiento económico al estimular el
consumo de la ciudadanía.
Finalmente el
viernes se ha conocido el acuerdo salarial entre la patronal y los sindicatos.
¡Ya era hora!
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