3 d’abr. 2011

Alguien pretende dividir la sociedad catalana

nuevatribuna.es | 03 Abril 2011 -

Desde la transición Catalunya ha sido una sociedad suficientemente cohesionada en torno a unos parámetros aceptados de forma generalizada tanto por parte de los partidos políticos como por el conjunto de la sociedad. La unidad como pueblo, a pesar de la diversidad de origen, la reivindicación de los derechos nacionales y culturales de Catalunya, la condición de nación sin estado etc. Todo ello era patrimonio común del catalanismo político y social. En Catalunya no se daba el divorcio social de otros lugares como podía ser el País Vasco, socialmente divididos entre nacionalistas y españolistas, sino que nacionalistas y no nacionalistas se reclamaban por igual parte del catalanismo popular.
Los sucesivos gobiernos nacionalistas de Jordi Pujol cuando no gozaron de mayoría absoluta en el Parlament se sustentaron en apoyos tanto de la derecha menos catalanista como en la indefinición social de ERC, se basaron en una política permanente de victimismo frente al Estado, junto con una permanente política de negociación con el gobierno estatal de turno, al que daba sus votos a cambio de concesiones concretas, la política del llamado “peix al cove” ( pescado en el cesto), y un ganado prestigio de colaborar a la estabilidad de gobierno, vuelvo a repetir sea cual fuese el gobierno.
Pujol dio el apoyo bien a González bien a Aznar, lo que llevó a que el PP de Aznar pasara del “Pujol enano habla castellano” hasta “el hablar catalán en la intimidad”. Jamás, en todos sus 23 años de gobierno ininterrumpido en la Generalitat, ni Pujol ni CiU pusieron en cuestión el acuerdo autonómico, a pesar de su queja continua sobre la situación supuestamente discriminada de Catalunya.
Por su parte la izquierda catalana, fundamentalmente el PSC y el PSUC, como posteriormente ICV, siempre plantearon como modelo la necesidad de avanzar hacia un estado federal desde el actual modelo autonómico. La prueba más clara es que es bajo el primer gobierno de izquierdas de Pasqual Maragall que se plantea el cambio del Estatut hacia un modelo más federalizante. Cuando la hegemonía del tripartito plantea la revisión estatutaria, CiU se une de forma forzada y después de plantear primero posiciones maximalistas, pasa posteriormente a la rebaja de la propuesta unitaria a través del pacto unilateral de Mas con Zapatero.
El intento de la izquierda era que el nuevo Estatut fuera un nuevo pacto de estado entre Catalunya y España, con una fórmula federalista que garantizara de forma perdurable la relación bilateral entre ambas entidades políticas. Es evidente que diversos factores que culminaron en la negativa sentencia del Tribunal Constitucional dieron al traste con el intento y hundieron el proyecto tripartito de las izquierdas. La sentencia del TC fue sólo el final, previamente hubo la gran campaña de la derecha contra Catalunya y el proyecto de Estatut que presentaron como el principio de la ruptura de España, Junto a ello la mojigatería del PSOE que vivió todo el proceso a la defensiva y donde irrumpieron con fuerza las posiciones más jacobinas.
Es evidente que el final de todo el proceso del Estatut comportó: una ruptura de la comprensión que durante mucho tiempo, especialmente durante el proceso de transición, se había dado entre las élites progresistas españolas y la izquierda catalana, (sólo unos pocos como Carrillo, Pérez Royo y Herrero de Miñón y pocos más defendieron públicamente las propuestas de la parte catalana); una grave desafección por parte de una parte importante de la sociedad catalana respecto a la relación con España. Y en ambos casos las partes políticas más perjudicadas son las izquierdas catalanas y españolas, especialmente la catalana que se encuentra con que su opción federalista no tiene una contrapartida clara entre la principal fuerza política, además gobernante, de la izquierda española.
A partir de la perdida de la hegemonía de la izquierda federalista en Catalunya, truncada por el fracaso del intento de actualización estatutario, vuelve a ser el nacionalismo insolidario, en todas sus facetas, el que comienza una campaña para hacer resurgir una idea hasta el momento poco insertada en la sociedad catalana como es la del independentismo. Confluye el independentismo radical de grupos pequeños y divididos, con el independentismo como opción estratégica a largo plazo que plantea ERC, y un melifluo discurso independentista táctico de sectores de Convergencia, que no de Unió. Todo ello ayudado por las posiciones de anticatalanismo del PP y Ciutadans, que pretenden identificar catalanismo con independentismo. A ello hay que sumar la campaña permanente y magnificadora de todos los fenómenos pro-independentistas, como las llamadas “consultas populares por la independencia”, que efectúan diversos medios de comunicación entre los que cabe destacar los medios públicos dependientes de la Generalitat como TV3 y Catalunya Radio. Es significativa y relevante la diferente cobertura que efectúan dichos medios sobre los temas que tengan que ver con el conflicto Catalunya vs. España que son cubiertas profusamente, con la poca cobertura de los conflictos sociales, es decir el de derecha vs. izquierda que difícilmente aparece en dichos medios.
El resultado es claro y se da en las elecciones al Parlament, CiU capitaliza toda esta movida supuestamente independentista en detrimento de ERC y de los grupos radicales y populistas como el de Laporta (versión catalana de la Liga Norte italiana). En paralelo los estudios de opinión del CEO (Centre d’estudis d’opinió) dependiente de la Generalitat son claros, la opción hasta hace poco mayoritaria en la sociedad catalana que era la federalista pierde terreno, pese a ser aún la más importante, frente al fuerte crecimiento por igual de las opciones independentistas y españolistas. Es decir se abre por primera vez en la reciente historia de Catalunya un fenómeno de división social y radicalización de los extremos.
El inicio del nuevo Gobierno de CiU no favorece la superación de la situación. El gobierno de Artur Mas trata de esconder una política antisocial de recortes generalizados en todos los aspectos del estado de bienestar, tratando de hacer recaer la culpa en el gobierno central y en el anterior gobierno tripartito, a la vez que trata de crear cortinas de humo con temas como el Pacto Fiscal (como nuevo intento de centrar la atención en un nuevo conflicto Catalunya vs. España), y los guiños independentistas como el voto afirmativo de Jordi Pujol y Artur Mas en la “consulta independentista de Barcelona”.
Esta política de aprendiz de brujo de Convergencia es peligrosa pues favorece, por puro interés partidista, la ruptura de la sociedad catalana. Lo cierto es que el independentismo no es mayoritario en Catalunya. Y que hay mucho independentismo de “boquilla”, especialmente entre los dirigentes de Convergencia. Los importantes poderes económicos y mediáticos que sostienen a CiU, desde “la Caixa”, los núcleos importantes del capital catalán desde Planeta a La Vanguardia, la propia patronal catalana de Fomento del Trabajo Nacional ( lo de nacional es por España) no son en absoluto partidarios de la independencia. En el fondo Artur Mas juega con el independentismo como nueva fase del victimismo para preparar su futuro pacto con el nuevo gobierno que a nivel del estado pueda surgir de las elecciones del 2012. Sin embargo hay demonios, entre ellos el de la división social, que se sabe como se inician pero no como acaban.
De momento, después de la tomadura de pelo de la cumbre “Cimera” política y social convocada por Artur Mas, y cuyo único objetivo era hacerse una foto que desviara la atención de los recortes sociales, ya se han iniciado movimientos, a partir del movimiento sindical de CCOO de Catalunya y UGT, que junto al movimiento vecinal y otras entidades sociales se preparan para convocar, evidentemente sin la mas mínima atención por parte de TV3, ni La Vanguardia, una manifestación contra los recortes sociales que previsiblemente se celebrará el 14 de mayo, a una semana de las elecciones municipales. Esperemos que el intento de la izquierda social sea el inicio para volver a centrar el debate político sobre los problemas reales de Catalunya, y dejar de lado falsos debates esencialistas que sólo sirven para distraer y dividir al personal. Esperemos que la movilización social del 14 de mayo y las elecciones municipales de 22 mayo, sean fechas para hacer visible el embrión de un renacer de la izquierda en Catalunya.

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