10 de des. 2011

Merkel: la señorita Rottenmeier de Europa

Merkel-Rottenmeier

| Actualizado 10 Diciembre 2011
La idea de Europa está en peligro. El futuro de la Unión Europea no se ha visto tan cuestionado desde su creación. Existe una sensación de derrota del pensamiento europeo, de ese pensamiento de la creación de una unidad europea que fuera un faro para el resto del mundo en cuanto a espacio de libertad y de modelo social de crecimiento.
No hay duda que la crisis ha puesto en cuestión la Unión. Y junto a la crisis económica la crisis de los políticos europeos que se han mostrado incapaces, en el más puro sentido de la palabra, de saber afrontar una situación complicada y delicada.

Nadie puede dudar de que hoy la idea de una Europa Unida haya perdido mucho predicamento en la ciudadanía de todos los países. Y en gran parte es producto de una praxis política nefasta de sus responsables políticos, tanto nacionales como comunitarios, que podemos decir sin ambages que no han dado la talla que el momento precisaba.

Europa hoy no sólo está en crisis a nivel económico sino lo que es peor está en crisis como modelo social de referencia y está en crisis como modelo político y como modelo democrático.

La imagen que ha dado Europa es de falta de unidad, de hegemonía descarada de Alemania secundada por Francia como epígono,  que ni tan sólo han guardado la formas, sino que al contrario han hecho todo lo posible para visualizar quien es el que realmente manda por encima de normas y tratados.

Merkel ha adoptado la actitud de la señorita Rottenmeier, la institutriz malcarada que se ha dedicado a reñir y a dar órdenes al resto de los países y a demostrar que es quien tiene la batuta. Lo peor de ello es que lo ha hecho además equivocándose, retardando las soluciones, rompiendo la idea de la unidad y creando los recelos de ver a una Europa hundida, en lugar de unida, bajo el diktat alemán. Merkel, como se ha dicho en múltiples análisis ha de entender que no vale una Europa alemana sino que se precisa una Alemania europea.

La Unión nace desde sus inicios como una idea para acabar con los conflictos en Europa derivados normalmente de la actitud del nacionalismo alemán. Los tratados europeos se basan en la idea de una integración que evite la confrontación y se permita un acomodo adecuado de la Alemania derrotada y dividida surgida de la segunda Guerra Mundial. Se trataba de evitar la situación creada por el Tratado de Versalles que con la vejación al país germano fue la base del ascenso del nacionalismo alemán.

Durante muchos años Alemania ha actuado junto a Francia, Italia y el Benelux como  motor de la unión del continente. Sin duda con beneficios para todos, las ampliaciones de la Unión se han efectuado en gran parte gracias a las aportaciones económicas alemanas. Estas aportaciones no han sido sin contrapartidas pues la potente economía alemana se ha convertido en una potente máquina exportadora que ha tenido en los propios países de la Unión sus principales receptores y por tanto los mejores clientes de las empresas y la economía alemana.

Ante la crisis, Merkel ha actuado con miopía, ha prescindo de sus socios y ha actuado como dirigente nacional en defensa de los intereses a corto plazo de la banca alemana. Asimismo ha actuado con medidas que han beneficiado sin duda a la financiación d bajo coste de la economía alemana aunque haya sido a costa de perjudicar al resto de las economías de la Unión. Por otra parte ha difundido la peligrosa idea que de que existen países manirrotos en contraposición a la laboriosidad, competencia y buen hacer de los países del norte.

Merkel ha actuado con numerosas vacilaciones que han perjudicado, atrasado y empeorado la solución a las crisis, como ha sido el caso de Grecia. Sus palabras poco acertadas han sido objeto de interpretaciones que han agravado la propia situación en el conjunto de la Unión. Asimismo ha vejado y devaluado el papel de todas las  instituciones europeas. Y ha podido crear un subconsciente anti-alemán en muchos ciudadanos europeos. Parece que lo que no había conseguido Alemania a través de la fuerza, el control de Europa, lo tenga ahora en sus manos y ejerza ese poder sin tener en cuenta las duras repercusiones que está causando en los países a los que somete a su diktat económico.

Merkel no sólo está ejerciendo una dictadura económica, que es contraria a la idea de la construcción de una Europa más unida y que es imprescindible que sea más democrática, sino que encima sus recetas son equivocadas. La obsesión por el déficit como único objetivo aún a costa de profundos recortes sociales en los países afectados comporta sacrificio duros para hoy, sin solución para mañana. No hay solución en las políticas de recortes que comportan menos poder adquisitivo, menor consumo, menor demanda y por tanto un grave peligro de recesión. No hay posibilidad de hacer frente a la situación actual sino hay incentivos e inversiones que permitan una recuperación económica que comporte un freno al desempleo existente hoy en el conjunto de Europa. Y eso no se ve en ninguna medida en las recetas de Merkel. Lo que va bien para Alemania no tiene porqué ir bien para el resto de los países menos poderosos. Alemania está bien posicionada, en la actualidad, porque como ya he dicho se está financiando a bajo coste, a costa de sus socios. Por otra parte el estado de bienestar de los países del sur, a los que se pide sacrificios sociales, no es comparable con el que se disfruta en Alemania. Además, Merkel, debe ser consciente que si deteriora profundamente a los estados que son sus socios y clientes, a medio plazo ello repercutirá en su propio país ya que sin duda afectará a su capacidad de exportación.

Es evidente que la zona euro precisa reformas, no puede haber futuro de una unión monetaria sin un gobierno económico, fiscal y político común, con un Banco Central Europeo, con mayores funciones que el control de la inflación y que actúe al servicio del conjunto de las economías, y con la emisión de Eurobonos. Para ello debe haber disciplina, control presupuestario, etc. Pero debe ser un control político y económico democrático. La fiscalidad no debe ser únicamente de control presupuestario sino de rigor y políticas fiscales. Y eso no puede hacerse desde un control económico no democrático. Solo puede pedirse, y debe pedirse, transferencias de competencias de los estados a la Unión si va acompañado de una mayor democratización del gobierno y control comunitario. Como puede aceptar un español, griego, italiano o cualquier otra nacionalidad europea transferencias de sus competencias nacionales sino es hacia un gobierno común más democrático y al que podamos controlar directamente con nuestro voto. Como se pueden transferir competencias si después los únicos votos que cuentan son los de los ciudadanos alemanes. Es evidente que el ejemplo dado por esta crisis, con unas instituciones europeas, Presidente, Comisión etc., como organismos sin capacidad, de juguete, ninguneados por Merkel y su escudero Zarkozy, que se manifiestan como los poderes reales, ha sido negativo. ¿Cómo pueden plantearse medidas a cumplir por los socios bajo pena de sanciones, si cuando los incumplidores han sido Francia o Alemania, como ha sucedido en el pasado, no se han aplicado?

Se está jugando con el futuro de Europa, y lo más importante con el de los europeos, y ello no  puede hacerse con la desafección de los ciudadanos hacia la idea de Europa. Se han hecho muchas cosas mal, desde la inclusión del Reino Unido que siempre ha sido un caballo de Troya antieuropeo, hasta una ampliación precipitada hacia el Este o una Unión Monetaria sobre bases que ahora se demuestran frágiles. Europa está en crisis y de ella se puede salir rompiéndose o dando un paso hacia delante que debe pasar por una mayor integración económica y monetaria pero también social, política y democrática.

Y para ello, al margen de los acuerdos coyunturales, es preciso cambios profundos para conseguir una construcción europea que cree una nueva ilusión en Europa. Pero para dar pasos en primer lugar los ciudadanos alemanes deben ayudarnos jubilando a esta institutriz malcarada y poco idónea, esta señorita Rottenmeier de Europa llamada Ángela Merkel y a su acompañante Sarkozy. Esperemos que tanto alemanes como franceses renueven sus dirigentes. Cabe señalar como esperanzadoras tanto las declaraciones del SPD alemán donde el veterano Helmut Schmidt dejo claro que “la confianza en la política alemana está dañada” por los desequilibrios comerciales a su favor, como las del candidato francés a la Presidencia por el PSF, Hollande, al decir “Evitaré presentar nuestra relación bilateral como un directorio de dos que excluya a los otros países y oculte a las instituciones europeas. Tanto unos como otros son partidarios de impulsar la economía, del impuesto sobre transacciones financieras y de los eurobonos.

Esperemos que esta etapa negra de Europa, dominada por la crisis y la dirección de Merkel-Rottenmeier pase pronto al cubo de la historia.

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