Es evidente que a estas alturas la esperanza que alguna vez pudo significar José Luis Rodríguez Zapatero, no sólo en el ámbito de la izquierda española, está absolutamente volatilizada. En menos de un año ha llevado a término un cambio tan radical que parece imposible de efectuar en tan poco tiempo...
...Si bien siempre ha habido desde la izquierda social una cierta desconfianza en el máximo dirigente del PSOE era más por lo que no hacía que por lo que hacía. No hizo cambios sino que continuó con una política fiscal regresiva, no tenía iniciativas para lograr un cambio en nuestro modelo económico basado en la inercia de bajos costes, precariedad y poca productividad. Permitió la continuidad de la política especulativa que ha dado lugar a la burbuja inmobiliaria, etc. Pero en todo momento mantenía la promesa de cultivar el diálogo social, de no hacer ninguna reforma laboral sin consenso y de defender como base de su ideario la política social y su negativa a ningún tipo de rebaja en derechos sociales y laborales. Junto a eso una cantidad de actuaciones demagógicas y de cara a la galería como la desdichada y cumplida promesa de los 400 euros.
Pero de golpe se produce la conversión de Zapatero a quien parece que los “mercados” (es decir los especuladores) hacen ver la luz. En España hay crisis, en España deben efectuarse rápidamente reformas, y como parece ser ley natural esas reformas han de pagarlas los de siempre. Zapatero se convierte en el adalid del liberalismo más rancio e inicia una serie de actuaciones que dejan atónitos a los que alguna vez creyeron en él. Debía reducirse el déficit público como le exigían sus mentores exteriores y para ello ha optado por la reducción del gasto, él que no paraba de gastar para fomentar la recuperación, sin plantearse en ningún momento hasta hoy incrementar los ingresos públicos.
Así pues, nada de fomentar una política fiscal que haga pagar más a los especuladores ni a los más ricos, nada de perseguir el fraude fiscal, nada de abordar el tema de la economía sumergida que continúa creciendo de forma exponencial. Sólo hace falta reducir el gasto y en ello pone todo su esfuerzo.
En primer lugar reducir los salarios de los funcionarios (no congelar, sino reducir) algo hasta ahora nunca visto, pero es que los funcionarios son unos privilegiados, según Zapatero, porque tienen el empleo seguro. Segundo, congelación de las pensiones, después de tantos años de luchar por la revalorización de las pensiones que fue fruto de un pacto sindical con el Gobierno Aznar y el ministro Zaplana (sí, parece la vida al revés), los pensionistas deben contribuir al esfuerzo, ya que ellos, piensa el Gobierno, ya tienen una pensión fija. La tercera en la frente, la reforma laboral, hay que acabar con la segmentación del mercado entre fijos y precarios. La solución, precarizar las condiciones laborales de todos, igualándolos a la baja, eso sin duda es más fácil que luchar contra las causas de la precarización que radica en nuestro sistema productivo arcaico. Mientras la patronal y la derecha disimulan su regocijo y aún hacen como que ponen mala cara, será porque piensan que aun puede sacarse más, tal como está el Gobierno. Ya se anuncia la reforma del sistema de pensiones, alargar la edad de jubilación, más años de cotización y consecuentemente reducción de las pensiones.
Al margen del ámbito laboral o relacionado con los trabajadores y casi a hurtadillas ha efectuado con el pleno consenso de la derecha la Reforma del Sistema Financiero, que ha consistido en llevar a cabo una de las privatizaciones más importantes: la de las Cajas de Ahorros. Actuación que ha llevado incluso a sonrojar a alguien tan poco proclive de izquierdista como Jordi Sevilla que la ha calificado acertadamente como el paso para la conversión en bancos de esas entidades de carácter social, que significan ni más ni menos que la mitad del sistema financiero español.
Evidentemente Zapatero está plenamente amortizado y ya no tiene remedio y es evidente que su palabra no vale nada y tiene más que merecida la Huelga General del 29 de Septiembre, al margen de las razones de fondo de la convocatoria, se la merece por embustero.
Pero cabe abrir una reflexión más a fondo, el Gobierno del PSOE ha vuelto a hacer el trabajo sucio a la derecha. Las dos reformas laborales más regresivas son fruto de gobiernos socialistas, el de Felipe González antes y el de Zapatero ahora, con lo cual dejan a este partido no sólo tocado electoralmente, sino sin capacidad de oposición ante una derecha que poco más puede hacer, como mínimo en estos terrenos.
Es evidente que el PSOE no tiene remedio, es evidente que de su aparato, de sus diputados y dirigentes que asisten impávidos al espectáculo, con la excepción de Antonio Gutiérrez, poco puede esperarse. Pero es necesario fracturar el ámbito social y electoral del PSOE para recuperar la esperanza de la izquierda. Sólo la creación de una fuerza fuerte a la izquierda del PSOE, a pesar del sistema electoral, puede volver a crear las condiciones de regeneración ideológica que permita una posición de hegemonía en lo ideológico para poder enfrentar a la derecha.
La creación de un espacio a la izquierda del PSOE, que rompa el propio espacio de este, que vaya más allá de lo que puede significar hoy IU, que aglutine a las izquierdas de todos los ámbitos a la base del movimiento sindical, que es hoy la única oposición social realmente existente, que aglutine a la gente progresista, de izquierdas, ecologista, federalista, etc. Una fuerza que sume y que tenga clara la defensa de una posición inequívoca de cambio real es hoy en día una necesidad. Es evidente que para lograrlo nadie sobra, pero siempre desde un mínimo de coherencia y con la mirada puesta más en el futuro que en el pasado.
En este sentido va el título, donde está el, los o las Oskar Lafontaine españoles, que puedan atraer hacia una verdadera formación de izquierdas nueva, en formulación, en composición y en objetivos, a tanto votante progresista que hoy por hoy puede estar tentado de decantarse hacia la abstención o el voto en blanco. Una fuerza política que no tenga empacho en plantear la necesidad de una España Federal, de una nación de naciones, de la necesidad de un modelo económico de futuro, basado en el trabajo digno y estable, en la potenciación de la educación y de los servicios sociales básicos consolidados que fortalezcan el estado del bienestar, con una POLITICA FISCAL CON MAYÚSCULAS, que haga pagar más a quien más tiene, que frene la especulación y la economía sumergida y que cumpla la función redistributiva que debe tener el sistema fiscal, una fuerza política de izquierdas y progresista que haga bandera de la necesidad de un desarrollo sostenible y por tanto asuma las posiciones del ecologismo, una fuerza que luche por un desarrollo equilibrado y en paz del planeta y por tanto promueva la solidaridad y la lucha por la paz.
En definitiva hace falta ya un fuerte movimiento que permita dar una oportunidad al progreso porque hoy por hoy el PSOE, como partido ha dejado de ser un referente y no es más que una mala imitación de la derecha. Y hasta me atrevería a decir que esa necesidad de una fuerza política potente a la izquierda del PSOE sería hasta positiva para la posible y deseable regeneración del propio PSOE, que en estos momentos no es que no sea socialista es que por desgracia no es ni tal siquiera socialdemócrata. Ojala tuviéramos en España un partido realmente socialista o tan sólo socialdemócrata. Esperemos que más pronto que tarde aparezca una esperanza blanca para tanto desencantado progresista que hay en el país y que continúa existiendo.
Pero de golpe se produce la conversión de Zapatero a quien parece que los “mercados” (es decir los especuladores) hacen ver la luz. En España hay crisis, en España deben efectuarse rápidamente reformas, y como parece ser ley natural esas reformas han de pagarlas los de siempre. Zapatero se convierte en el adalid del liberalismo más rancio e inicia una serie de actuaciones que dejan atónitos a los que alguna vez creyeron en él. Debía reducirse el déficit público como le exigían sus mentores exteriores y para ello ha optado por la reducción del gasto, él que no paraba de gastar para fomentar la recuperación, sin plantearse en ningún momento hasta hoy incrementar los ingresos públicos.
Así pues, nada de fomentar una política fiscal que haga pagar más a los especuladores ni a los más ricos, nada de perseguir el fraude fiscal, nada de abordar el tema de la economía sumergida que continúa creciendo de forma exponencial. Sólo hace falta reducir el gasto y en ello pone todo su esfuerzo.
En primer lugar reducir los salarios de los funcionarios (no congelar, sino reducir) algo hasta ahora nunca visto, pero es que los funcionarios son unos privilegiados, según Zapatero, porque tienen el empleo seguro. Segundo, congelación de las pensiones, después de tantos años de luchar por la revalorización de las pensiones que fue fruto de un pacto sindical con el Gobierno Aznar y el ministro Zaplana (sí, parece la vida al revés), los pensionistas deben contribuir al esfuerzo, ya que ellos, piensa el Gobierno, ya tienen una pensión fija. La tercera en la frente, la reforma laboral, hay que acabar con la segmentación del mercado entre fijos y precarios. La solución, precarizar las condiciones laborales de todos, igualándolos a la baja, eso sin duda es más fácil que luchar contra las causas de la precarización que radica en nuestro sistema productivo arcaico. Mientras la patronal y la derecha disimulan su regocijo y aún hacen como que ponen mala cara, será porque piensan que aun puede sacarse más, tal como está el Gobierno. Ya se anuncia la reforma del sistema de pensiones, alargar la edad de jubilación, más años de cotización y consecuentemente reducción de las pensiones.
Al margen del ámbito laboral o relacionado con los trabajadores y casi a hurtadillas ha efectuado con el pleno consenso de la derecha la Reforma del Sistema Financiero, que ha consistido en llevar a cabo una de las privatizaciones más importantes: la de las Cajas de Ahorros. Actuación que ha llevado incluso a sonrojar a alguien tan poco proclive de izquierdista como Jordi Sevilla que la ha calificado acertadamente como el paso para la conversión en bancos de esas entidades de carácter social, que significan ni más ni menos que la mitad del sistema financiero español.
Evidentemente Zapatero está plenamente amortizado y ya no tiene remedio y es evidente que su palabra no vale nada y tiene más que merecida la Huelga General del 29 de Septiembre, al margen de las razones de fondo de la convocatoria, se la merece por embustero.
Pero cabe abrir una reflexión más a fondo, el Gobierno del PSOE ha vuelto a hacer el trabajo sucio a la derecha. Las dos reformas laborales más regresivas son fruto de gobiernos socialistas, el de Felipe González antes y el de Zapatero ahora, con lo cual dejan a este partido no sólo tocado electoralmente, sino sin capacidad de oposición ante una derecha que poco más puede hacer, como mínimo en estos terrenos.
Es evidente que el PSOE no tiene remedio, es evidente que de su aparato, de sus diputados y dirigentes que asisten impávidos al espectáculo, con la excepción de Antonio Gutiérrez, poco puede esperarse. Pero es necesario fracturar el ámbito social y electoral del PSOE para recuperar la esperanza de la izquierda. Sólo la creación de una fuerza fuerte a la izquierda del PSOE, a pesar del sistema electoral, puede volver a crear las condiciones de regeneración ideológica que permita una posición de hegemonía en lo ideológico para poder enfrentar a la derecha.
La creación de un espacio a la izquierda del PSOE, que rompa el propio espacio de este, que vaya más allá de lo que puede significar hoy IU, que aglutine a las izquierdas de todos los ámbitos a la base del movimiento sindical, que es hoy la única oposición social realmente existente, que aglutine a la gente progresista, de izquierdas, ecologista, federalista, etc. Una fuerza que sume y que tenga clara la defensa de una posición inequívoca de cambio real es hoy en día una necesidad. Es evidente que para lograrlo nadie sobra, pero siempre desde un mínimo de coherencia y con la mirada puesta más en el futuro que en el pasado.
En este sentido va el título, donde está el, los o las Oskar Lafontaine españoles, que puedan atraer hacia una verdadera formación de izquierdas nueva, en formulación, en composición y en objetivos, a tanto votante progresista que hoy por hoy puede estar tentado de decantarse hacia la abstención o el voto en blanco. Una fuerza política que no tenga empacho en plantear la necesidad de una España Federal, de una nación de naciones, de la necesidad de un modelo económico de futuro, basado en el trabajo digno y estable, en la potenciación de la educación y de los servicios sociales básicos consolidados que fortalezcan el estado del bienestar, con una POLITICA FISCAL CON MAYÚSCULAS, que haga pagar más a quien más tiene, que frene la especulación y la economía sumergida y que cumpla la función redistributiva que debe tener el sistema fiscal, una fuerza política de izquierdas y progresista que haga bandera de la necesidad de un desarrollo sostenible y por tanto asuma las posiciones del ecologismo, una fuerza que luche por un desarrollo equilibrado y en paz del planeta y por tanto promueva la solidaridad y la lucha por la paz.
En definitiva hace falta ya un fuerte movimiento que permita dar una oportunidad al progreso porque hoy por hoy el PSOE, como partido ha dejado de ser un referente y no es más que una mala imitación de la derecha. Y hasta me atrevería a decir que esa necesidad de una fuerza política potente a la izquierda del PSOE sería hasta positiva para la posible y deseable regeneración del propio PSOE, que en estos momentos no es que no sea socialista es que por desgracia no es ni tal siquiera socialdemócrata. Ojala tuviéramos en España un partido realmente socialista o tan sólo socialdemócrata. Esperemos que más pronto que tarde aparezca una esperanza blanca para tanto desencantado progresista que hay en el país y que continúa existiendo.
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