NUEVATRIBUNA.ES - 21.11.2010
El programa de CiU es claro. Se reduce a los postulados típicos de la derecha más rancia. Y, en aspectos como los económicos y sociales, incluso se puede situar en la misma línea antisocial que el programa del PP. Básicamente, consiste en defender menos impuestos y facilitar los servicios básicos en base a las posibilidades de cada cual.
Cuando falta menos de una semana para la celebración de las elecciones catalanas, parece ya inexorable que las derechas se impongan en Catalunya. Todo indica que la negra noche de la reacción va a controlar de nuevo la nación catalana y que nuevamente las políticas sociales van a sufrir una fuerte regresión.
El ambiente de la campaña electoral contribuye a confirmar la sensación de hegemonía de unas derechas exultantes, y el desconcierto y el desánimo instalado en la mayoría de las fuerzas políticas del tripartito gobernante.
Las derechas han hecho una campaña diferenciada de acuerdo con sus objetivos. La campaña del PP, claramente escorada hacia la derecha más ultra, se ha centrado casi en exclusiva en plantear de forma demagógica el peligro de la inmigración, de cualquier tipo de inmigración. Ha estado claramente dirigida hacia los más bajos instintos de sectores que viven en barrios con fuerte aglomeración de población inmigrante, lo que puede provocarles sentimientos de rechazo. Esta campaña, que puede dar sus frutos a corto plazo recogiendo un puñado de votos, conllevará a medio plazo el germen de sentimientos racistas y xenófobos que pueden provocar fracturas difíciles de curar dentro de la sociedad catalana. Lo que se evitó en los tiempos de la emigración interior, cuando la hegemonía del PSUC consiguió una importante cohesión social en Catalunya basada en el concepto de ciudadanía y resumida en el lema de que “es catalán quien vive y trabaja en Catalunya”, puede ahora, aprovechando la situación de crisis económica, verse en peligro con actuaciones populistas y demagógicas como las utilizadas en esta campaña por el PP que son dignas de ser suscritas por los grupúsculos racistas. El PP ha hecho en Catalunya un flaco favor a la cohesión social por el estrecho objetivo de conseguir unos cuantos votos que en nada van a cambiar su papel claramente marginal en Catalunya.
CiU parece que va a ser la fuerza más votada y todo se reduce a saber por cuánto va a obtener su victoria electoral y si va a conseguir o no la mayoría absoluta. Es evidente que el triunfo de CiU va a significar un claro retroceso de la sociedad catalana. Significa el triunfo de los que más tienen, de los poderosos, de los que reniegan de un estado del bienestar amplio. El programa de CiU es claro, a pesar de que ha sido poco aireado por ellos mismos y lamentablemente también por sus adversarios. Se reduce a los postulados típicos de la derecha más rancia. Y, en aspectos como los económicos y sociales, incluso se puede situar en la misma línea antisocial que el programa del PP. Básicamente, consiste en defender menos impuestos y facilitar los servicios básicos en base a las posibilidades de cada cual, eso si garantizando unas bases mínimas muy reducidas. CiU plantea eliminar el impuesto de sucesiones, que actualmente afecta únicamente a aquellos que reciban más de 2 millones de euros. También quiere suprimir el suave incremento del impuesto sobre la renta, realizado por el tripartito, a aquellos cuyas rentas superen los 120.000 euros anuales. Asimismo, propone establecer desgravaciones de impuestos para los que paguen mutuas privadas. En el ámbito de la educación, se potencian las escuelas concertadas y se mantienen los privilegios de las escuelas religiosas. Es decir, lo que pretende es la reducción de la inversión, especialmente en materias como sanidad y educación públicas sobre las que planea la sombra de la privatización de la gestión. Paralelamente, su objetivo es potenciar los sistemas privados de salud, educación, dependencia etc. En cuanto a objetivos de consecución nacional, CiU oculta su supuesto nacionalismo y todo parece indicar que volverá a su política de “peix al cove” ( pez al cesto) propio de la política pujolista, es decir, al mercadeo de votos con el gobierno estatal de turno a cambio de partidas económicas concretas. Vamos a ver progresar de forma más rápida una cultura política social y cultural más provinciana y basada en potenciar el victimismo permanente.
En definitiva, CiU parece decidida a volver con la intención de que la época de gobierno tripartito quede en el recuerdo como un accidente histórico en una Catalunya que, a su juicio, les pertenece por derecho propio a ellos, a los “verdaderos catalanes”. Y todos debemos lamentar que una vez más la corrupción no pase factura a los políticos y que casos como el del Palau que ha puesto en evidencia la financiación irregular de Convergencia no pese en la decisión final de los votantes.
Es evidente que el triunfo de la derecha, que puede ser muy importante, no puede entenderse sin los errores y la actual actitud de desconcierto y resignación de la mayoría de los partidos de la izquierda. A pesar de esos errores, los gobiernos tripartitos tienen un balance social muy positivo que ha situado a Catalunya en un nivel de bienestar social cualitativamente superior al que heredaron de los gobiernos de Pujol. En materias como educación (escuelas, guarderías y profesorado público), sanidad, vivienda pública, seguridad vial, etc., el nivel actual es de una gran calidad y muy superior al de otras autonomías. Pero al gabinete de Montilla le ha faltado relato político y ha tenido que hacer frente a un constante ataque por parte de poderes económicos y mediáticos, especialmente de La Vanguardia y la propia televisión y radio autonómicas. El gobierno tripartito dotó a estos medios de plena autonomía sin tener en cuenta que eran organismos creados por el pujolismo y trufados con esa ideología.
El PSC parece totalmente entregado a la derrota, deseada incluso por el propio PSOE que en su momento ya lamentó la reedición del tripartito y ahora no ha podido ocultar -y así lo ha manifestado- su satisfacción ante la renuncia de Montilla a plantearse otro pacto en el futuro con sus actuales socios. Montilla, hasta ahora presidente de la Generalitat, parece renegar del gobierno que ha dirigido aunque ello comporte y signifique abdicar de cualquier posibilidad de volver a gobernar. Parece como si finalmente el PSC se hubiera plegado a los deseos del PSOE, es decir, a aceptar ser un partido que nunca aspire a gobernar en Catalunya y se limite a participar en las elecciones municipales y generales con el único fin de conseguir votos para la gobernación de España. Asimismo, es evidente que el PSC pagará a través de su electorado la desafección que han provocado las políticas económicas del Gobierno de Zapatero.
Por su parte, ERC rendirá cuentas de la frivolidad de su política, de sus virajes y de sus luchas internas. Da la impresión de que cada vez que un dirigente de ese partido adquiere una cierta madurez política, se le defenestra de forma inmediata. Puede que el único elemento positivo, desde un punto de vista estratégico para el conjunto de la izquierda catalana, pueda ser que el batacazo electoral provoque en ERC una reflexión en profundidad, opción que es harto dudosa.
En cuanto a ICV, todo parece indicar que es la fuerza del tripartito que mejor puede aguantar el chaparrón electoral, sin duda debido a que se ha presentado ante sus electores con coherencia en lo que respecta a su actuación pasada, sin resignarse ante el crecimiento de la derecha y defendiendo claramente postulados de izquierda basados en la defensa del estado del bienestar, del reparto de las cargas fiscales y del autogobierno de Catalunya establecido en el nuevo Estatut.
Es evidente que la caída de la noche de las derechas en Catalunya no es sólo un problema catalán. Tiene un efecto claro sobre el futuro de la política española. Esta derecha catalana, la CiU de Mas, no es la de Pujol. Y la derrota electoral de los socialistas no tiene sólo una lectura catalana sino que es la antesala de lo que puede suceder en las elecciones estatales del 2012. Catalunya posiblemente dejará de ser un granero de votos para el PSOE, y eso significa un paso más para que la negra noche de las derechas se extienda a toda España.
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