Jose Mª Nin y Isidro Fainé |
articulo en Economia Digital 07/febrero/2012
Durante décadas, el modelo de La Caixa ha sido un modelo de éxito. Desde 1989, cuando se fusionaron las Caixa de Pensions y de Barcelona, se inició un proceso de expansión y de crecimiento que consiguió crear la tercera entidad financiera española y la primera en cuanto a banca de familia. Eran los tiempos de Josep Vilarasau, que se obstinaba en compararse con los grandes bancos, parecerse a ellos, a pesar de su animadversión hacia la banca de empresa.
El objetivo de Vilarasau era privatizar la entidad para convertirla en un banco y él perpetuarse en la presidencia. La jugada que inició (que las cajas estuvieran en manos de fundaciones) le salió mal. La reforma que vendió al entonces ministro Rodrigo Rato, y que este cocinó con Artur Mas, acabó finalmente con la salida de Vilarasau del poder de la entidad.
Posteriormente, en la breve presidencia de Ricard Fornesa, La Caixa hace un giro de retorno hacia su propia caracterización como caja diferenciada de la banca privada. Es el renacer y actualización de la entidad como institución de ahorro y la potenciación y especialmente la etapa de divulgación de su función social.
Llegamos a la actualidad con el ascenso de Isidro Fainé a la presidencia, y especialmente la llegada de Juan Maria Nin a la dirección general. Con él llegaron otros cuadros procedentes de la banca privada, que propiciaron un cambio interno en la estrategia de la entidad. Es evidente que si bien Fainé representó la quintaesencia comercial de la forma de actuar de La Caixa durante décadas, ahora es el último baluarte de esta estrategia, despreciada por los directivos que como Nin y Juan Antonio Alcaraz están llevando a una santanderización de La Caixa.
Si algo caracterizaba el modelo comercial de La Caixa era la atención a la clientela tradicional, el predominio del cliente sobre el producto, la autonomía de gestión de sus centros de trabajo y de los gestores de las oficinas. Su poco aprecio por el riesgo, excepto en las grandes operaciones que se cocinaban en las alturas.
Ahora todo ha cambiado, se ha suprimido la autonomía de las oficinas, se va a la colocación del producto por encima del cliente, se prima más al “dinero nuevo” que al cliente tradicional, se renuevan prácticas de las que se había huido, desde el affaire de las primas únicas, y se vuelve a colocar al cliente tradicional, que no es especialista financiero, productos de alto riesgo como acciones de Caixabank, bonos convertibles en acciones o la reconversión de las participaciones preferentes.
Parece como si la clientela tradicional sólo sirviera de almacén para la colocación de productos, almacén al que se dedica poca atención y servicio. Mientras, la plantilla avanza en un proceso de desmotivación y estrés al verse reconvertida de gestora a colocadora de productos. Realmente, el reciente programa Salvados, de Jordi Evole (La Sexta), dedicado al tema era un retrato de la actualidad en Caixabank y en el sector.
Este cambio puede no ser del gusto del actual presidente de La Caixa, pero es evidente que viene derivado de una división de funciones. Nin se encarga de lo interno mientras Fainé se ocupa de los cambios estructurales. Es decir, de la reestructuración del sector y de la propia caja.
En efecto, Fainé como presidente de la CECA ha sido un elemento básico en una reestructuración del sector que ha comportado la práctica desaparición de las centenarias cajas de ahorro. Es evidente que el sector requería de cambios, que sus dirigentes habían cometidos errores importantes, que eran responsables, en gran medida, de la situación en que la burbuja inmobiliaria habían dejado a estas entidades. En igual medida que eran responsables el Banco de España y los gobiernos que permitieron un endeudamiento excesivo de las entidades de ahorro.
Es evidente que era precisa una depuración de responsabilidades. Pero también está claro que sin intereses (políticos y económicos) de por medio podía haberse dado otra salida que no fuera su liquidación. Sin embargo Fainé se ha cuidado bien de mantener a salvo su entidad. La Caixa ha traspasado su función financiera a Caixabank pero manteniendo un rígido control por parte de los órganos de gobierno de la caja, no sólo por su participación mayoritaria en el consejo de Caixabank, con presencia de todos los sectores representados en la entidad de ahorros, sino por el propio protocolo establecido entre ambas entidades.
Todo esto, al menos de momento. Nadie puede afirmar ni negar que Isidro Fainé no piense, como en su momento lo hizo Vilarasau, en una posible perpetuación en la presidencia de Caixabank a partir de su posible privatización futura.
Una posibilidad que se podría haber producido con una fusión de Caixabank y Bankia. Pero esa fusión presentaba numerosas connotaciones políticas, algunas difícilmente digeribles tales como que una entidad catalana absorbiera de facto a una entidad madrileña, y eso a pesar de que la entidad resultante estuviera mayoritariamente en manos del PP y del Opus.
Parece que el decreto De Guindos aleja de momento esta opción. Seguramente Caixabank y en especial su presidente recibirán, como recompensa a sus esfuerzos en la reestructuración-desaparición del sector, alguna compensación. ¿Será Novacaixa Galicia? Posiblemente, lo veremos en breve.
Lo que si que es cierto es que a nivel interno Caixabank-La Caixa ha sufrido en los últimos tiempos una profunda bancarización, en el peor sentido de la palabra. Ahora cabe observar qué pasa con su realidad institucional. Es evidente que hasta el momento Fainé ha logrado mantener el papel predominante de La Caixa sobre Caixabank. ¿Permanecerá así en el futuro? Lo que sí que está claro es que en el caso de que Isidro Fainé, en su momento, dejara la presidencia de la entidad a Nin, o a alguien parecido, los días de la última caja realmente existente en Catalunya estarían contados.
*Manel García Biel es miembro de la Comisión de Control Confederal de CCOO.
El objetivo de Vilarasau era privatizar la entidad para convertirla en un banco y él perpetuarse en la presidencia. La jugada que inició (que las cajas estuvieran en manos de fundaciones) le salió mal. La reforma que vendió al entonces ministro Rodrigo Rato, y que este cocinó con Artur Mas, acabó finalmente con la salida de Vilarasau del poder de la entidad.
Posteriormente, en la breve presidencia de Ricard Fornesa, La Caixa hace un giro de retorno hacia su propia caracterización como caja diferenciada de la banca privada. Es el renacer y actualización de la entidad como institución de ahorro y la potenciación y especialmente la etapa de divulgación de su función social.
Llegamos a la actualidad con el ascenso de Isidro Fainé a la presidencia, y especialmente la llegada de Juan Maria Nin a la dirección general. Con él llegaron otros cuadros procedentes de la banca privada, que propiciaron un cambio interno en la estrategia de la entidad. Es evidente que si bien Fainé representó la quintaesencia comercial de la forma de actuar de La Caixa durante décadas, ahora es el último baluarte de esta estrategia, despreciada por los directivos que como Nin y Juan Antonio Alcaraz están llevando a una santanderización de La Caixa.
Si algo caracterizaba el modelo comercial de La Caixa era la atención a la clientela tradicional, el predominio del cliente sobre el producto, la autonomía de gestión de sus centros de trabajo y de los gestores de las oficinas. Su poco aprecio por el riesgo, excepto en las grandes operaciones que se cocinaban en las alturas.
Ahora todo ha cambiado, se ha suprimido la autonomía de las oficinas, se va a la colocación del producto por encima del cliente, se prima más al “dinero nuevo” que al cliente tradicional, se renuevan prácticas de las que se había huido, desde el affaire de las primas únicas, y se vuelve a colocar al cliente tradicional, que no es especialista financiero, productos de alto riesgo como acciones de Caixabank, bonos convertibles en acciones o la reconversión de las participaciones preferentes.
Parece como si la clientela tradicional sólo sirviera de almacén para la colocación de productos, almacén al que se dedica poca atención y servicio. Mientras, la plantilla avanza en un proceso de desmotivación y estrés al verse reconvertida de gestora a colocadora de productos. Realmente, el reciente programa Salvados, de Jordi Evole (La Sexta), dedicado al tema era un retrato de la actualidad en Caixabank y en el sector.
Este cambio puede no ser del gusto del actual presidente de La Caixa, pero es evidente que viene derivado de una división de funciones. Nin se encarga de lo interno mientras Fainé se ocupa de los cambios estructurales. Es decir, de la reestructuración del sector y de la propia caja.
En efecto, Fainé como presidente de la CECA ha sido un elemento básico en una reestructuración del sector que ha comportado la práctica desaparición de las centenarias cajas de ahorro. Es evidente que el sector requería de cambios, que sus dirigentes habían cometidos errores importantes, que eran responsables, en gran medida, de la situación en que la burbuja inmobiliaria habían dejado a estas entidades. En igual medida que eran responsables el Banco de España y los gobiernos que permitieron un endeudamiento excesivo de las entidades de ahorro.
Es evidente que era precisa una depuración de responsabilidades. Pero también está claro que sin intereses (políticos y económicos) de por medio podía haberse dado otra salida que no fuera su liquidación. Sin embargo Fainé se ha cuidado bien de mantener a salvo su entidad. La Caixa ha traspasado su función financiera a Caixabank pero manteniendo un rígido control por parte de los órganos de gobierno de la caja, no sólo por su participación mayoritaria en el consejo de Caixabank, con presencia de todos los sectores representados en la entidad de ahorros, sino por el propio protocolo establecido entre ambas entidades.
Todo esto, al menos de momento. Nadie puede afirmar ni negar que Isidro Fainé no piense, como en su momento lo hizo Vilarasau, en una posible perpetuación en la presidencia de Caixabank a partir de su posible privatización futura.
Una posibilidad que se podría haber producido con una fusión de Caixabank y Bankia. Pero esa fusión presentaba numerosas connotaciones políticas, algunas difícilmente digeribles tales como que una entidad catalana absorbiera de facto a una entidad madrileña, y eso a pesar de que la entidad resultante estuviera mayoritariamente en manos del PP y del Opus.
Parece que el decreto De Guindos aleja de momento esta opción. Seguramente Caixabank y en especial su presidente recibirán, como recompensa a sus esfuerzos en la reestructuración-desaparición del sector, alguna compensación. ¿Será Novacaixa Galicia? Posiblemente, lo veremos en breve.
Lo que si que es cierto es que a nivel interno Caixabank-La Caixa ha sufrido en los últimos tiempos una profunda bancarización, en el peor sentido de la palabra. Ahora cabe observar qué pasa con su realidad institucional. Es evidente que hasta el momento Fainé ha logrado mantener el papel predominante de La Caixa sobre Caixabank. ¿Permanecerá así en el futuro? Lo que sí que está claro es que en el caso de que Isidro Fainé, en su momento, dejara la presidencia de la entidad a Nin, o a alguien parecido, los días de la última caja realmente existente en Catalunya estarían contados.
*Manel García Biel es miembro de la Comisión de Control Confederal de CCOO.
Paco Ibañez: Es amarga la verdad
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