NUEVATRIBUNA.ES - 13.1.2010
Se quiere mano de obra emigrante que trabaje de día pero se querría que desapareciera después del trabajo. No gusta la presencia en “nuestras calles” del diferente. Nos gusta que se encargue de las faenas sucias que nosotros no queremos hacer, pero nos disgusta que frecuente los espacios públicos donde nosotros vivimos.
La reciente actuación del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Vic, que plantea no empadronar a los emigrantes sin visado, y por tanto denegarles la posibilidad de acceso a la sanidad, la educación y los servicios sociales, ha causado una fuerte repercusión mediática que considero muy comprensible. Ya no se trata de posicionamientos xenófobos de tal o cual político, lo cual a pesar de no ser aceptable ya no es infrecuente, tampoco se trata de actuaciones xenófobas por parte de habitantes de alguna población, lo cual es lamentable pero que afortunadamente aún no es frecuente en Catalunya. Ahora se trata de un acuerdo de un Ayuntamiento como el de Vic, capital de la comarca de Osona, cuyo gobierno municipal está formado por CiU, el PSC y ERC, aplaudido por la xenófoba Plataforma por Cataluña (PxC), y sólo denunciado por la oposición de ICV y de la CUP (candidatura de unidad popular).
Hemos de situarnos en la población de Vic, centro de la Catalunya más tradicional, cerrada y conservadora y que se enorgullece de serlo en sus tres aspectos: tradicionalista, catalana y enraizadamente católica. En esta población de unas 40.000 personas, más de un 20% es emigración reciente, fundamentalmente magrebí, subsahariana y más recientemente latinoamericana. Esta emigración no se ha dirigido casualmente a Vic y a la comarca osonenca, es fruto del efecto llamada de las empresas de la comarca que demandaban trabajadores dispuestos a efectuar trabajos duros y en muchos casos no muy bien retribuidos, a destajo, en sectores como el de los mataderos o la construcción. Al demandar la venida de trabajadores emigrantes, en muchos casos no ha importado que fueran emigrantes legales o ilegales, al contrario, si eran ilegales la productividad era mayor al ser el salario inferior. Y durante todo este tiempo pocas quejas se han oído en Vic sobre este tipo de prácticas empresariales, ni tan sólo ahora se analizan las causas de la arribada de la emigración.
Como siempre, lo explica gráficamente la frase del erudito: “pedimos mano de obra y nos enviaron personas”, se produce una gran contradicción entre las necesidades económicas y la convivencia social. Se quiere mano de obra emigrante que trabaje de día pero se querría que desapareciera después del trabajo. No gusta la presencia en “nuestras calles” del diferente. Nos gusta que se encargue de las faenas sucias que nosotros no queremos hacer, pero nos disgusta que frecuente los espacios públicos donde nosotros vivimos.
Cabe decir que lo grave de este caso, no es sólo que se haya dado un comportamiento xenófobo, lo grave es que se haya efectuado por parte de una autoridad pública como es el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Vic, que lanza un mensaje muy nítido a la población, que trata de cosificar en el fenómeno de la emigración el responsable de los problemas de convivencia. Y que eso se haga simplemente por un bajo deseo electoralista que les lleve a renunciar a su responsabilidad de magisterio político respecto a la sociedad a la que representa.
No siempre han sido las cosas así en Vic. Durante el mandato del anterior alcalde, por cierto de Unió Democrática, es decir un gobierno conservador pero con sensibilidad hacia la realidad concreta de Vic, esta población fue un ejemplo sobre como establecer una educación equitativa y abierta al fenómeno inmigratorio. Así todas las escuelas de la ciudad unificaron su inscripción de forma que hubo un ejemplar reparto equitativo de inmigrantes en las escuelas. Ello se presentó como un ejemplo de cómo actuar en otras poblaciones y hasta inspiró el Pacto Nacional para la Educación de Catalunya (el espíritu del cual fue después traicionado en la Ley de Educación de Catalunya del conseller Maragall).
Sin embargo el primer edil no repitió mandato y en las elecciones municipales irrumpió con fuerza la xenófoba PxC, dirigida por Josep Anglada un hombre fuerte de Fuerza Nueva, con un programa totalmente racista que lo aupó hasta su conversión en segunda fuerza política de la ciudad. Para hacerle frente se formó un gobierno de concentración de los partidos democráticos desde CiU a ICV, pasando por PSC y ERC. Al poco tiempo ICV abandonó el gobierno municipal. Posteriormente, como ha pasado en otras lindes, como en Francia, hay quien ha pensado que para debilitar a la extrema derecha no hay nada mejor que adoptar parte de sus postulados. Y así el equipo del tripartito de centro, CIU, ERC y PSC ha adoptado una medida festejada por los ultras con un “ya lo decíamos nosotros”. Detrás de ello sólo hay miopes objetivos electorales a corto plazo, elecciones municipales del 2011. Posiblemente esta actuación no se daría si esta cuarta parte de ciudadanía emigrante de Vic tuviera derecho de voto, entonces seguramente se lo pensarían más.
Un último aspecto lamentable del tema es la hasta ahora tímida reacción de las cúpulas de los partidos de CiU, PSC y ERC en el ámbito de Catalunya. Hemos oído las condenas del Ministro de Trabajo, de la Vicepresidenta del Gobierno, de la dirección de ICV, de los sindicatos, de las entidades sociales, de SOS Racismo, pero ni Más, ni Puircercós, ni Montilla han dicho esa boca es mía, y eso es lamentable donde hasta ahora sólo el PP había hecho del ataque al emigrante un arma de política electoral.
Y por cierto, será casualidad que Vic y su comarca, el centro de la llamada Catalunya catalana, en contraposición a la Catalunya metropolitana, fue la zona de mayor efervescencia de las fallidas consultas soberanistas. Hoy sin duda se ha ganado el mérito de ser la capital de la xenofobia y el racismo en Catalunya.
Hemos de situarnos en la población de Vic, centro de la Catalunya más tradicional, cerrada y conservadora y que se enorgullece de serlo en sus tres aspectos: tradicionalista, catalana y enraizadamente católica. En esta población de unas 40.000 personas, más de un 20% es emigración reciente, fundamentalmente magrebí, subsahariana y más recientemente latinoamericana. Esta emigración no se ha dirigido casualmente a Vic y a la comarca osonenca, es fruto del efecto llamada de las empresas de la comarca que demandaban trabajadores dispuestos a efectuar trabajos duros y en muchos casos no muy bien retribuidos, a destajo, en sectores como el de los mataderos o la construcción. Al demandar la venida de trabajadores emigrantes, en muchos casos no ha importado que fueran emigrantes legales o ilegales, al contrario, si eran ilegales la productividad era mayor al ser el salario inferior. Y durante todo este tiempo pocas quejas se han oído en Vic sobre este tipo de prácticas empresariales, ni tan sólo ahora se analizan las causas de la arribada de la emigración.
Como siempre, lo explica gráficamente la frase del erudito: “pedimos mano de obra y nos enviaron personas”, se produce una gran contradicción entre las necesidades económicas y la convivencia social. Se quiere mano de obra emigrante que trabaje de día pero se querría que desapareciera después del trabajo. No gusta la presencia en “nuestras calles” del diferente. Nos gusta que se encargue de las faenas sucias que nosotros no queremos hacer, pero nos disgusta que frecuente los espacios públicos donde nosotros vivimos.
Cabe decir que lo grave de este caso, no es sólo que se haya dado un comportamiento xenófobo, lo grave es que se haya efectuado por parte de una autoridad pública como es el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Vic, que lanza un mensaje muy nítido a la población, que trata de cosificar en el fenómeno de la emigración el responsable de los problemas de convivencia. Y que eso se haga simplemente por un bajo deseo electoralista que les lleve a renunciar a su responsabilidad de magisterio político respecto a la sociedad a la que representa.
No siempre han sido las cosas así en Vic. Durante el mandato del anterior alcalde, por cierto de Unió Democrática, es decir un gobierno conservador pero con sensibilidad hacia la realidad concreta de Vic, esta población fue un ejemplo sobre como establecer una educación equitativa y abierta al fenómeno inmigratorio. Así todas las escuelas de la ciudad unificaron su inscripción de forma que hubo un ejemplar reparto equitativo de inmigrantes en las escuelas. Ello se presentó como un ejemplo de cómo actuar en otras poblaciones y hasta inspiró el Pacto Nacional para la Educación de Catalunya (el espíritu del cual fue después traicionado en la Ley de Educación de Catalunya del conseller Maragall).
Sin embargo el primer edil no repitió mandato y en las elecciones municipales irrumpió con fuerza la xenófoba PxC, dirigida por Josep Anglada un hombre fuerte de Fuerza Nueva, con un programa totalmente racista que lo aupó hasta su conversión en segunda fuerza política de la ciudad. Para hacerle frente se formó un gobierno de concentración de los partidos democráticos desde CiU a ICV, pasando por PSC y ERC. Al poco tiempo ICV abandonó el gobierno municipal. Posteriormente, como ha pasado en otras lindes, como en Francia, hay quien ha pensado que para debilitar a la extrema derecha no hay nada mejor que adoptar parte de sus postulados. Y así el equipo del tripartito de centro, CIU, ERC y PSC ha adoptado una medida festejada por los ultras con un “ya lo decíamos nosotros”. Detrás de ello sólo hay miopes objetivos electorales a corto plazo, elecciones municipales del 2011. Posiblemente esta actuación no se daría si esta cuarta parte de ciudadanía emigrante de Vic tuviera derecho de voto, entonces seguramente se lo pensarían más.
Un último aspecto lamentable del tema es la hasta ahora tímida reacción de las cúpulas de los partidos de CiU, PSC y ERC en el ámbito de Catalunya. Hemos oído las condenas del Ministro de Trabajo, de la Vicepresidenta del Gobierno, de la dirección de ICV, de los sindicatos, de las entidades sociales, de SOS Racismo, pero ni Más, ni Puircercós, ni Montilla han dicho esa boca es mía, y eso es lamentable donde hasta ahora sólo el PP había hecho del ataque al emigrante un arma de política electoral.
Y por cierto, será casualidad que Vic y su comarca, el centro de la llamada Catalunya catalana, en contraposición a la Catalunya metropolitana, fue la zona de mayor efervescencia de las fallidas consultas soberanistas. Hoy sin duda se ha ganado el mérito de ser la capital de la xenofobia y el racismo en Catalunya.
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